Pero el cine siempre era para mí un sueño.
A pesar del apoyo moral de mi familia, nuestra situación económica era la que era. Aunque con muchas dificultades y varios trabajos, pude estudiar un par de carreras y un par de másteres y, bueno, todos los cursos que fui encontrando. ¡Porque lo que más me gusta es aprender!
Y, poco a poco, el sueño del cine, atrapado en el limbo, comenzó a despertar.
Desde hace 10 años, me dedico al mundo audiovisual. Por mucho tiempo pensé que la publicidad era para mí, pero ni de lejos. No sentía que tenía todo el control creativo, no me sentía bien haciendo publicidad a empresas que chocaban con mi visión del mundo… Podía ganar un dineral en una semana, pero sinceramente no era feliz.
Es cierto, el audiovisual y el cine pueden emocionar a las personas. Pero ¿cambiarlas?
¿Y qué profesión nos ayuda a ver el camino, nos guía, nos enseña el mundo, a cambiar de verdad nuestro pensamiento? Sin duda, la docencia.
Recuerdo a mis maestros, a mis mentores. Cómo su pasión me ayudó a aprender y a disfrutar aprendiendo. Cómo esa forma de comunicar, esa fuerza me hacía querer superarme y buscar mi propia voz.
Para mí, es la forma de hacer un mundo mejor. El mundo que quiero y deseo compartir. Y ayudar a crearlo a través del arte, del cine.
En mis clases veo como los futuros cineastas y cinéfilos aprenden, comparten, se apoyan y evolucionan juntos.
Es lo más parecido a ver crecer un árbol, una mascota o un hijo.
Puede que gane muchísimo menos dinero, pero lo que disfruto y me llevo a cambio a nivel humano no tiene precio.